Con la prueba del Mazda MX-5 NB descubrimos que estamos ante un coche muy similar en conducción con respecto a un BMW Z3 pero más ligero, más sencillo de llevar. Y eso que, el alemán, es fácil de llevar, pero el japonés otorga una capacidad más en el apartado de ligereza, no penalizando en ningún momento su conducción. Es un coche con nobleza, que no quiere asustarte y solo busca que lo pases bien.
Se trataba de una unidad con motor 1.6 litros de 110 caballos de potencia, una energía poco estimulante si tenemos en cuenta únicamente el número. Eso sí, si contextualizamos y ponemos como referencia los años noventa y el peso total del modelo, siendo un roadster ligero, nos encontramos con una mecánica que nos puede hacer sonreír.
Como sabéis, finalmente decidimos comprarnos un BMW Z3 en lugar de un Mazda MX-5 cuando estuvimos buscando coche. Incluso tuvimos en mente el Toyota MR2, pero el Top 2 se lo llevaron estos descapotables. En la prueba del Mazda MX-5 nos hemos dado cuenta que el nipón era tan buen candidato como el alemán, aunque a primera vista enganche el teutón.
Y es que en diseño el Mazda MX-5 es más tímido. Su estética es bonita pero no arriesga. El NB, la generación que probamos, recurre a un grupo óptico inspirado en los coches de la década de los noventa y principios de siglo y huyendo de los faros escamoteables que fueron clave en su primer modelo. La silueta es conocida, con pocas líneas marcadas y unas llantas de cinco aspas que, por cierto, lucen como el primer día.
El interior, muy bien conservado, es sobrio, muy similar al del BMW, por otro lado. En este caso encontramos asientos de tela, no de cuero, y mucha calidad de materiales, pues a pesar de haber pasados dos décadas sigue conservando una gran calidad percibida. Un habitáculo desde el que giramos la llave para despertar el bloque de cuatro cilindros.
Este motor de 1.6 litros cuenta con 110 CV y 138 Nm de par. Posee un 0-100 km/h en unos 9,7 segundos, con un peso que rebasa la tonelada por muy poco. Estamos ante un motor atmosférico al que le gusta subir de vueltas. Es arriba donde el coche empuja, donde verdaderamente empieza a sonar y donde el conductor comienza a entender por qué ha comprado un coche así.
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Pero, a pesar de ello, no es lo más destacado. Será su chasis lo que te enamorará, con un comportamiento dinámico y fácil de gestionar en condiciones de baja adherencia. Si jugamos con los pesos podemos hacer que la zaga se descuelgue con facilidad, aplicando gas a fondo para salir de lado en las curvas. Y si te equivocas no tendrás tanto miedo como en otros coches, pues es sencillo devolverlo al camino correcto.
Sin duda es un coche para disfrutar, para guardar en el garaje y sacar cada domingo, o tenerlo como coche diario. No importa como quieras disfrutarlo pero hazlo, pues no es el roadster más vendido de la historia por casualidad. Si buscas una unidad como esta debes saber que rondan los 5.000 euros, cantidad similar a la que piden por un Z3.